Perderse por las calles de una ciudad casi vacía. En las primeras horas del día, cuando aún no se ha despertado la vida ajetreada que, pasadas unas horas, volverá a ser lo usual y cotidiano.
Detener los pasos, alzar la mirada y descubrir las fachadas de esos edificios tan nuestros al lado de los cuales hemos pasado infinidad de veces sin pararnos un instante y descubrir su hermosura.
Salimos fuera de nuestra ciudad, de nuestro entorno diario y es entonces cuando nos sorprenden en otras sitios, a veces alejados, sus casas, sus calles, sus rincones... Y, sin embargo, no conocemos bien lo nuestro. Quizás sea lo normal que siendo turistas reparemos en todos estos detalles mientras que siendo habitante de un lugar no despierte nuestra curiosidad lo más cercano.
En Sevilla podemos enorgullecernos de tener un casco histórico repleto de edificios hermosos a pesar de los desatinos urbanísticos de tiempos pasados.
La más popular de nuestras calles, la calle Sierpes. Ya no es lo que era, la modernización ha hecho mella en ella, aunque por suerte aún quedan algunos vestigios del ayer.
La vieja ciudad se resiste a perder su historia pasada y sus edificios, sin ser demasiado antiguos algunos de ellos, si son reflejo de la evolución del urbanismo sevillano.
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