Entre una población y otra camina el peregrino por veredas y senderos, por caminos y calzadas ,acompañado de un paisaje, a veces monótono, pero que no deja de sorprender en otras ocasiones.
Ríos, arroyos, fuentes o lagunas aparecen como un elemento paisajístico que hace las delicias del caminante.
Prosigue la marcha, paso tras paso, atravesando a veces por bellos e históricos puentes ríos de aguas cristalinas.
Los campos de Castilla, que fueran cantados por los poetas, en esta época estival son como una alfombra color amarillo. El trigal, en el que a veces hace su nido la amapola poniendo un punto de color a la extensión en la crece el cereal.
Las eras con la parva recogida forman parte de estas tierra castellana por la que discurren los pasos de los caminates que la atraviesan buscando su meta allá en Santiago.
El agua fluye como manantial vivificador de la tierra dando variedad al paisaje.
El hombre y la naturaleza se dan la mano para obtener los ricos caldos que serán el néctar salido de están viejas bodegas de la Tierra de Campos.
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