domingo, 18 de julio de 2010


Después de la primera jornada hoy me esperaba una etapa de 23 kilómetros hasta el Embalse de Alcántara. Buena parte del trayecto conté con la presencia de un inesperado amigo. Había salido desde Casar y, a los pocos kilómetros, apareció un pequeño perrillo que comenzó a seguir mis pasos. A veces se me cruzaba en mis pasos y en más de una ocasión llegué a propinarle algún pisotón, pese a lo cual él continuaba a mi lado. Si me paraba unos instantes para refrescarme o descansar, mi pequeño amigo buscaba la sombra debajo de mis piernas y , en cuanto yo reemprendía la marcha también él lo hacía.

La etapa no es muy nada dificultosa si exceptuamos el tramo final antes de llegar a la carretera que nos lleva hasta el Albergue del Embalse de Alcántara.

Como os contaba mi perrito me seguía fielmente. Poco antes de cruzar el puente sobre el río Tajo me encontré con un grupo de moteros que descansaba al borde de la carretera. Uno de ellos dirigiéndose a mí me dice: "llevas al perro cansado". Yo le expliqué que no era mío, que se había pegado a mis pies muchos kilómetros atrás y que aún me seguía.

Seguí adelante pero al volver la cabeza, cuando estaba a mitad del puente, ya no vi a mi acompañante canino, después en el albergue un peregrino que venía detrás de mí me comentó que el pobre animal sintió miedo y no se atrevió a pasar el ancho puente sobre el caudaloso río.

Estas son las cosas que pueden suceder en el Camino y que después recuerdas con nostalgia y satisfacción. Por lo demás comentar que el Albergue, un albergue turístico, está muy bien y en un lugar muy hermoso; como curiosidad puedo decir que disfruté hasta viendo a través de los amplios ventanales del albergue como caía una pequeña tormenta que, vista desde allí, hacía más hermoso el paisaje.



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