sábado, 24 de julio de 2010
















Hasta Salamanca restan unos 25 kilómetros. He de pasar por dos pueblos, Morille, a cuatro kilómetros y medio desde la salida, Miranda de Azán distante diez kilómetros del anterior y, en nueve kilómetros largos estaré en Salamanca.





La etapa discurre por tierras cerealísticas. Grandes llanuras sin apenas una sombra en la que cobijarse, siguiendo caminos de concentración parcelaria.





Para no perderse es preciso mantener la vista en un cerro al que se ha de subir y una vez allí poder contemplar la primera vista de la ciudad castellana. Llegado al cerro se hace un tanto pesada la llegada definitiva a Salamanca; parece que está más cerca nuestra meta pero todavía está lejos el corazón de la urbe.





A la derecha se tiene la visión de la torre de control del aeropuerto y a nuestra izquierda discurre la autovía que hemos pasado por un paso subterráneo; llega a un parque rodeado de nuevas urbanizaciones y después de un buen rato te encuentras cerca del puente romano sobre el río Tormes. Pasa el puente y te adentras en el casco histórico salmantino.El albergue, un buen albergue, bien atendido, está a pocos metros de la catedral, junto al Huerto de Calixto y Melibea.





En Salamanca vuelvo a tener pena de no poder detenerme más para admirar todos los tesoros artísticos que guarda, aunque me doy un buen pateo por la tarde y recorro casi toda la zona monumental desde la Plaza Mayor, la Catedral, la Universidad o la Casa de las Conchas.

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