En día anterior había pasado la noche en un pequeño albergue.
Hoy iba a encontrarme ante un imponente monasterio. El Monasterio de Sobrado. Una de esas sorpresas con las que se encuentra el peregrino, más allá incluso de los sentimientos religiosos de cada uno.
Ser un enamorado de la historia, estudiante y descubridor del pasado te lleva a imaginar situaciones que - a bien seguro - pudieron formar parte de la vida de los pobladores de todos esos lugares por los que vas pasando.
Sorprende el monasterio por su propia hechura, sorprende por la desnudez de su iglesia, vacía de imágenes, retablos o pinturas, salvo algunas murales; sorprende el impresionante claustro y toparen él, al caer la tarde con los frailes vestido con su traje talar; incluso llegué a ver entre aquellas arcadas un personaje que, según creo, sería miembro de la iglesia ortodoxa a tenor de su ropaje.
Dormí en la que fuera cuadra, convertida en dormitorios para los peregrinos. Cual sería el lujo de este monasterio a juzgar como son las cuadras para los animales.
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