Nos esperaba Pamplona. Debíamos cruzar el puente de La Magdalena para entrar en la capital navarra.
En paisaje no dejaba de sorprendernos aunque en algunos lugares la mano del hombre había dejado su peor huella en la Naturaleza.
Después de pasar por varios pueblos, por fin llegamos a Pamplona y buscamos refugio en el albergue Paderborn. Es un albergue privado que regenta una pareja de alemanes muy acogedores.
Ya en Pamplona me dispuse a recorrer el centro de la ciudad y sus principales monumentos aunque solo fuese por fuera pues no disponía de demasiado tiempo.Me senté en un bar en la famosa calle de la Estafeta y me dispuse a observar la vida de la ciudad desde ese "mirador".
Bajé la cuesta de Santo Domingo donde me encontré con San Fermín allí en su peculiar hornacina y además de disfrutar con la vista de las murallas de la ciudad también lo hice viendo la famosísima plaza de toros.
En definitiva, que de una forma acelerada conocía algo de Pamplona, ciudad a la que nunca había ido antes.
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