miércoles, 6 de octubre de 2010




La tarde se puso lluviosa.


Me refugié en el albergue como otros peregrinos; un grupo de unos siete se dispuso a preparar la cena mientras yo me iba a la cama.


Aquel día había conocido a cuatro polacas que estaban en el albergue cuando yo llegué. Pero lo más curioso es que el grupo del que hablaba antes se convirtió durante casi una semana en un grupo de amigos que compartimos buenos momentos.


Aún todavía mantengo algún contacto con algunas de aquellas muchachas

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